Vulneracion poder público derechos fundamentales

TEMA  8.  LA  PROTECCIÌN  JURISDICCIONAL  DE  LOS  DE RECHOS FUNDAM ENTALES


Además  de  las  garantías  normativas  que  hemos  estudiado  en  el  tema  anterior  los derechos  fundamentales  gozan  de  otra  serie  de  mecanismos  de  protección  que  son  las llamadas  garantías  jurisdiccionales.  Éstas  son  instrumentos  que  la  Constitución  pone  a disposición  de los individuos para poder reaccionar frente a una posible vulneración de un derecho, poniéndolo  en  conocimiento  de  los  Tribunales  de  Justicia  para  que  éstos  actúen utilizando  los  medios  de  que  el  ordenamiento  jurídico  dispone  para  asegurar  el  ejercicio del derecho y reparar la eventual lesión producida. Aunque  el  artículo  53.1  CE  no  la  mencione  expresamente  es  obvio  que,  en  virtud  del derecho  a  la  tutela judicial efectiva  que  el  artículo  24 CE reconoce  a  todos los  individuos, todos  los  derechos  y  libertades  del  capítulo  II,  Título  I  de  la  Constitución  gozan  de  la garantía  judicial. Esto  es,  el  poder judicial, como ha declarado el Tribunal
Constitucional, se  convierte  en  el  —guardián  natural“  de  los  derechos  fundamentales  (STC  115/87),  de manera que cualquier persona  puede  acudir a  los jueces  y  tribunales  para  que éstos  actúen ante cualquier vulneración de los derechos que la Constitución reconoce. Junto  a  esta  genérica  garantía  judicial,  el  artículo  53.2  CE  dispone  para determinados  derechos  (artículos  14  a  30.2  CE)  un  mecanismo  de  protección  rápido  y eficaz  ante  los  Tribunales  de  Justicia  y,  además,  la  posibilidad de  acudir ante  el  Tribunal Constitucional:  —cualquier  ciudadano  podrá  recabar  la  tutela  de  las  libertades  y  derechos (…)  ante  los  Tribunales  ordinarios  por  un  procedimiento  basado  en  los principios  de preferencia  y  sumariedad  y,  en  su  caso,  a  través  del  recurso  de  amparo  ante  el  Tribunal Constitucional“. Así, la  Constitución ha  dotado nuevamente a los derechos de la sección 1ª,  capítulo II,  Título  I,  a  los  que  se  añaden  los  derechos  de  igualdad  y  objeción  de  conciencia,  de mecanismos  extraordinarios  de  protección,  estableciendo,  de  un  lado,  un  recurso preferente  y urgente  ante los Tribunales de Justicia (amparo judicial) y, de  otro, el recurso ante  el  Tribunal  Constitucional  (amparo  constitucional)
.  A  continuación  pasamos  a analizar detenidamente uno y otro.

EL AMPARO JUDICIAL

En  primer  lugar, el citado artículo 53.2 CE  establece  un recurso de amparo ante los Tribunales  ordinarios,  al  que  venimos  en  denominar  amparo  judicial.  Concretamente  el constituyente  se  refiere  a  un  procedimiento  de  protección  de  los  derechos  fundamentales basado en los principios de preferencia y sumariedad. Tres son las notas que definen, por tanto, a este —amparo judicial“: a) Naturaleza constitucional: el objeto  de este procedimiento judicial es  exclusivamente la protección de los derechos fundamentales (arts. b) Preferencia: es  un proceso  al  que  debe  dársele prelación en  su  tramitación  y resolución por los órganos judiciales, con independencia de su orden de llegada. c) 

Sumariedad

Es  un  proceso  que  ha  de  resolverse  de  manera  urgente    o  especialmente rápida, para reponer al ciudadano con celeridad en el ejercicio del derecho vulnerado. En cualquier caso, este proceso, que implica  una serie de ventajas procesales para quien lo utiliza,  es  un  procedimiento  alternativo  y  compatible  con  los  procedimientos  ordinarios. La persona que haya sufrido una violación en sus derechos fundamentales no está obligada a  utilizarlo  y  puede  elegir  entre  seguir  la  vía  jurisdiccional  general  (art.  24.2  CE)  o  el procedimiento  preferente  y  sumario  (art.  53.2  CE)  e  incluso,  emplear  ambas simultáneamente, con el mismo objetivo y por motivos distintos (STC 89/97). A  pesar  de  que  la  voluntad  del  constituyente  era  claramente,  como  se  desprende del  citado  artículo  53.2  CE,  establecer  un  procedimiento  único  y  común,  distinto  de  los existentes  en  los  órdenes  jurisdiccionales,  para  la  protección  de  los  derechos fundamentales,  sin  embargo,  el  legislador  no  hizo  tal  interpretación. Así  la Ley  62/78,  de 26  de  diciembre  (promulgada  un  día  antes  que  la  Constitución)  sobre  protección jurisdiccional de los  derechos  fundamentales de  la persona,  aunque sea  la  norma básica  al respecto,  no  responde  exactamente al  mandato constitucional. En primer  lugar,  porque  no se  refiere  a  todos  los  derechos  fundamentales  mencionados  en  el  artículo  53.2  CE,  sino sólo  a  algunos  (expresión,  reunión,  asociación,  secreto  de  la  correspondencia,  libertad religiosa,  residencia,  inviolabilidad  del  domicilio  y  libertad  personal)  y,  en  segundo, porque  además  de  establecer  un  proceso  distinto  para  cada  orden  jurisdiccional  (penal, contencioso-administrativo  y  civil),  no  es  la  única  (por  ejemplo,  la  LO  6/84,  de  habeas corpus; la LO 1/82 de protección del derecho al honor, intimidad personal y familiar…). Para  poder  interponerlo  no  es  necesario  agotar  la  vía  administrativa  previa.  El plazo de interposición es  de  10  días, a contar  desde  la notificación  del acto  que  lesiona el derecho  fundamental.
En  la  demanda  habrá  de  precisarse  con  claridad  el  derecho  o derechos  afectados,  así  como  la  argumentación  que  fund amente  el  recurso.  El  juez  o tribunal  podrá  verificar  en  el  trámite  d e  admisión  el  contenido  constitucional  de  la demanda,  es  decir,  que  la  pretensión  del  recurrente  sea  la  de  restablecer  o  preservar  un derecho  fundamental y no cuestiones de mera legalidad. En  principio,  el  acto  presuntamente  vulnerador  del  derecho  fundamental  no  se suspende,  sino  que  despliega  todos  sus  efectos,  a  menos  que  el  Tribunal  considere indispensable su suspensión para que el recurso no pierda su razón de ser (la  Ley 62/78 era más garantista al establecer como principio general la suspensión del acto). Como  exige  el  artículo  53.2  CE  es  un  procedimiento  preferente  y  sumario.  La sumariedad  o  urgencia  se  traduce  en  unos  plazos  muy  breves  para  su  tramitación  y resolución (por  ejemplo,  10 días para interponer  el recurso, 8  días para  hacer alegaciones, 5 días para dictar sentencia, etc.). Si  ha  habido  vulneración  la  sentencia  estimará  el  recurso,  pudiendo  además adoptar  las  medidas  adecuadas  para  el  pleno  restablecimiento  del  derecho,  como  llegar  a establecer una indemnización por daños  y perjuicios (si así se solicitó). La sentencia dictada es  recurrible en  todo  caso.  Por  lo  tanto, antes de poder acudir al  Tribunal  Constitucional  en  amparo es  preciso  que  se hayan  pronunciado dos  instancias judiciales.

EL AM PARO CONSTITUCIONAL

 El  recurso  de  amparo  toma  su  nombre  y  se  origina  en  el  constitucionalismo hispanoamericano, concretamente  en el derecho  mexicano,  en la Constitución de  1917. Modelos ambos que  fueron tenidos en cuenta , durante la II República, por la Constitución de 1931, único precedente español. El origen  de  este  remedio excepcional  se  encuentra en el  viejo temor  de  que estos derechos  fundamentales  fueran  a  ser  ignorados  por  los  órganos  judiciales,  más  afines  al régimen  anteriormente  vigente  y  poco  identificados  con  los  valores  instaurados  por  la Constitución  y  con  la  filosofía  de  los  derechos  fundamentales,  como  derechos  naturales, previos  al  ordenamiento  y  al  Estado.  Esta  situación  que  se  daba  en  algunos  países  de nuestro entorno europeo se  vino a reproducir en  el  proceso constituyente  español  de 1978. El  constituyente  español  decidió  someter  al  control  del  Tribunal  Constitucional  la actuación  del  poder  judicial  al  interpretar  y  aplicar  las  leyes  en materia  de  derechos fundamentales.  Esta decisión fue acertada por cuanto permitió que éstos alcanzaran un alto grado  de  eficacia  a  la  vez que  dio  al  Tribunal Constitucional la  oportunidad  de  crear  una doctrina sobre  el contenido de  cada  uno de estos  derechos  fundamentales, cumpliendo  así una función didáctica tan necesaria en los primeros años de vigencia de la Constitución. Pero  precisamente  porque  ya  han  transcurrido  más  de  veinte  años  desde  que funciona  este  mecanismo  de  protección  y  existe  una  importante  doctrina  constitucional suficiente  para  que  los  tribunales  resuelvan  adecuadamente  los  casos  que  se  le  presenten en  materia  de  derechos  fundamentales,  es  por  lo  que  ha  empezado  a  cuestionarse  la existencia del recurso de amparo, al menos  en su actual configuración. De hecho, cada vez son  menos  los  recursos  de  amparo  admitidos  y  entre  los  que  son 



los estimados. Es  decir, que  cada  vez se aprecian menos casos de vulneración de  derechos fundamentales,  bien  porque  no  se  den,  bien  porque  son  sanadas  en  sede  judicial,  que aplican correctamente la doctrina constitucional.  La  reciente  reforma  de  la  LOTC  realizada  por  medio  de  la  LO  6/2007,  de  24  de mayo,  ha  intentado  dar  solución  a  todos  estos  problemas  mediante  una  nueva  regulación del  trámite  de  los  recursos  de  amparo  y  la  habilitación  a  las  secciones  para  su  resolución (hasta ahora correspondía a las Salas, con carácter general). El recurso de amparo ante el Tribunal  Constitucional es un recurso  excepcional, no ordinario,  a  diferencia  del  amparo  judicial.  La  protección  de  los  derechos  fundamentales por medio del  recurso de amparo constitucional no debe ser  la norma, sino la excepción.  Y es  que,  como  ha  dicho  el  propio  Tribunal  Constitucional,  estamos  ante  un  recurso subsidiario,  un  instrumento  que  ha  de  ponerse  en  marcha  únicamente  cuando  falla  la garantía  ordinaria  de  protección  de  los  derechos.  Por  eso sólo  se  puede acudir  en  amparo ante el Tribunal Constitucional cuando se haya agotado la vía judicial. Su regulación detallada  se encuentra en la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional. Están legitimados  para  interponer  el recurso de amparo  la persona afectada  por  la violación  de  su  derecho  fundamental,  así  como  el  Defensor  del  Pueblo  y  el  Ministerio Fiscal, que actuarán  en nombre del titular  del derecho  fundamental vulnerado y en nombre de  la  sociedad  que  impone a los  poderes  públicos  la  obligación  de  que sean celosos en el respeto  y  cumplimiento  de  los  derechos  fundamentales  (art.  162.1.b)  CE).  Cuando  sea necesario  haber  agotado  la  vía  judicial  antes  de  acudir  al  Tribunal  Constitucional,  será preciso  igualmente  haber  sido  parte  en  ese  proceso  para  poder  interponer  el  recurso  de amparo. El ámbito  de  protección del recurso es  el comprendido por  los artículos 14  a  30.2 de la Constitución, según el citado artículo 53.2 CE. El  recurso  de  amparo  es  un  mecanismo  para  reparar  posibles  vulneraciones  de derechos  fundamentales  cometidas  por  un  poder  público.  Este  recurso  de  amparo  puede interponerse  únicamente  contra  actos  de  los  poderes  públicos  (legislativo,  ejecutivo  y judicial).  De  manera  que,  en  principio,  los  ciudadanos  sólo  pueden  acudir  al  Tribunal Constitucional  cuando  uno  de  estos  poderes  haya  vulnerado  alguno  de  sus  derechos fundamentales.  Sin  embargo,  el  Tribunal  Constitucional  ha  admitido  la  utilización  del recurso  de  amparo  frente  a  actuaciones  d e  otros  ciudadanos  que  lesionen  derechos fundamentales,  y  lo  ha  hecho  imputando  la  lesión  del  derecho  fundamental  al  poder judicial  que  no  la  haya  reparado  a  tiempo.  En  cualquier  caso  la  persona  víctima  de  la vulneración habrá de  impugnar un acto de un  poder público, la sentencia judicial que no  le ha restablecido en su derecho fundamental. A la posibilidad de recurrir  en amparo frente  a violaciones  cometidas  por  particulares,  a  través  de  esta  —vía  indirecta“,  se  le  ha denominado eficacia horizontal de los derechos fundamentales. Siguiendo la clásica  división  tripartita  de  poderes, la  ley  distingue los  tres  tipos  de actos que pueden ser recurridos en amparo:

A) Recurso contra actos del poder legislativo (art. 42 LOTC):

Pueden  impugnarse  decisiones  o  actos  sin  valor  de  ley  (tanto  de  las  Cortes  Generales, cualquiera  de  las  Cámaras  o  sus  órganos,  como  de  las  Asambleas  Legislativas  de  las Comunidades Autónomas). Los ciudadanos no están legitimados, por tanto, para impugnar leyes (las únicas vías para recurrir la posible inconstitucionalidad de una  ley son el recurso de  inconstitucionalidad  y  la  cuestión  de  inconstitucionalidad).  No  es  necesario  agotar ninguna vía judicial para  interponer este recurso de amparo. El plazo es de tres meses.

B) Recurso contra actos del poder ejecutivo (art. 43 LOTC):

 Cabe  impugnar  cualquier  tipo  de  actos,  decisiones,  resoluciones  del  poder  ejecutivo, estando  incluidas en este concepto todas  las Administraciones (central,  autonómica, local) en  cualquiera  de  sus  manifestaciones  (por  ejemplo,  Ayuntamientos,  Corporaciones,  etc.). Es necesario haber agotado la vía judicial previa, antes de acudir en amparo.

C) Recurso contra actos del poder judicial (art. 44  LOTC):

Como  es  obvio,  la  mayoría  de  los  recursos  planteados  por  esta  vía  se  interponen  frente  a una  posible  violación  del  derecho  a  la  tutela  judicial  efectiva,  por  aquello  de  ser  casi  el único  derecho  que  el  poder  judicial  está  en  condiciones  de  infringir.  Sin  embargo,  el Tribunal  ha  admitido  que  por  esta  vía  se  impugnen  actos  de  particulares,  al  imputar  al órgano judicial  la  violación del derecho que no  reparó  en su  momento. Por ello,  el ámbito de derechos que se  alegan por  esta  vía se  ha visto ampliado. La interposición  del recurso de amparo  no suspende la eficacia del acto o sentencia impugnados  (art.  56.1  LOTC).  Pero,  el  Tribunal  Constitucional  puede  acordar  la suspensión  del acto  o  disposición  impugnada,  de  oficio  o a instancia  de  parte,  después  de oír  a  las  partes  y  al  Ministerio  Fiscal.  Es  práctica  común  la  suspensión  de  decisiones  que causen  graves  perjuicios  (no  meramente  económicos)  irreparables  o  de  muy  difícil reparación: por ejemplo las penas privativas de libertad.  La  sentencia  del  Tribunal  Constitucional  únicamente  resuelve  sobre  la  posible vulneración de algún derecho fundamental  y  repone las actuaciones en  el  momento en que se  produjo  dicha  vulneración  para  que  continúe  el  procedimiento  judicial  ordinario  y  se administre  la  justicia  que  corresponde  sin  violación  de  ningún  derecho  fundamental.  La sentencia  que  otorgue el  amparo habrá  de  tener el  siguiente  contenido  (art.  53  LOTC):  1) declarar  la  nulidad  del  acto  que  vulneró  el derecho; 2)  reconocer  el  derecho  o libertad;  3) restablecer  al  recurrente  en  la  integridad  de  su  derecho.  Contra  dicha  sentencia,  que  se publica en el  Boletín  Oficial  del  Estado,  no  cabe ningún recurso en nuestro ordenamiento interno (sólo es posible acudir ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos). Es un proceso de naturaleza exclusivamente constitucional, no interesa  el conflicto subyacente, ni la administración  de justicia, ni si se ha infringido el ordenamiento jurídico. Lo único que dilucida el Tribunal Constitucional es  si se ha producido o no vulneración de algún  derecho  fundamental  (no  se  pronuncia,  por  ejemplo,  sobre  si  corresponde  o  no alguna indemnización).

EL RECURSO ANTE EL TRIBUNAL EUROPEO

Los  derechos  fundamentales,  como  es  de  sobra  conocido,  han  experimentado  un importante  proceso  de  internacionalización  durante  el  siglo  XX.  Y  ello  se  refleja  en  el propio  artículo  10.2  CE,  que  ordena  que  los  derechos  y  libertades  reconocidos  en  la Constitución sean  interpretados de conformidad con la  Declaración  Universal de Derechos Humanos (1948)  y los Tratados internacionales en la materia ratificados por España. Uno de estos  textos  internacionales es el Convenio Europeo de  Derechos Humanos (1950) aprobado bajo los auspicios del Consejo de Europa, como reacción frente al pasado -condenando  explícitamente  las  violaciones  de  derechos  humanos  producidas-  y  con  el propósito  de  exigir  a  los  Estados  que  quisieran  sumarse  una  serie  de  obligaciones  en relación  con  estos  derechos.  Precisamente  por  esto  último,  a  pesar  de  que  el  Convenio entró en vigor en 1953, España sólo pudo  incorporarse  tras la llegada de la democracia, en 1977, ratificándolo en 1979. Lo  más  destacado  del  Convenio  es  que  crea  una  jurisdicción  que  garantiza  los derechos  en  él  reconocidos  (todos ellos  están  a  su  vez reconocidos  en  la  Constitución):  el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Están  legitimados  para  acudir  ante  este  Tribunal  cualquier  persona,  Organización No  Gubernamental,  o  grupo  de  particulares que  se  considere  víctima  de  una violación  de los derechos reconocidos en el Convenio, por parte de un Estado. Para  ello  es  preciso  haber  agotado  la  vía  judicial  previa  en  el  país  correspondiente.  El plazo para interponer  el  recurso  ante el Tribunal Europeo es  de seis  meses,  a contar  desde la decisión judicial firme.

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